«Para muchos en la tecnoélite, incluso aquellos que no suscriben plenamente el optimismo sin límites de la Singularidad, el concepto de progreso perpetuo y crecimiento económico es algo que se da por sentado. Como ex clasicista convertido en tecnólogo, siempre he vivido con la sombra de la caída de Roma, el fracaso de su cultura intelectual, y la stasis que acaparó al mundo occidental durante la mayor parte de un milenio. Lo que más temo es que carezcamos de la voluntad y la previsión para enfrentar los problemas del mundo directamente, y que en su lugar nos rindamos a la superstición y la ignorancia.
Consideremos cómo en el año 375 A.D., tras un sueño en el que había sido azotado por ser "un ciceroniano" en lugar de un cristiano, San Jerónimo decidió dejar de leer a los autores clásicos y limitarse solamente a los textos cristianos, cómo los cristianos de Alejandría asesinaron a la filósofa y matemática Hipatia en el año 415, y démonos cuenta de que, al menos en parte, la llamada edad media no eran algo que se impusiera desde fuera, un derrumbe de la civilización a causa de las invasiones bárbaras, sino una elección, un abandono del conocimiento y el descubrimiento por una especie de fundamentalismo religioso.
Ahora consideremos los elementos conservadores en la religión americana y la política que se niegan a aceptar el conocimiento científico, que ridiculizan a sus oponentes por "basarse en la realidad", y preguntémonos: "¿Podría esa ideología llegar a dirigir la nación más poderosa de la tierra? Y si lo hiciera, ¿cuáles serían las consecuencias para el mundo?"
La historia nos enseña que los movimientos conservadores, que miran hacia atrás, surgen a menudo bajo condiciones de presión económica. Con el mundo enfrentándose a problemas que van desde el cambio climático al abismo demográfico y las poblaciones, es sensato imaginar futuros ampliamente divergentes.
Sí, podríamos encontrar soluciones tecnológicas que nos impulsen hacia una nueva era dorada de los robots, inteligencia colectiva y una economía construida en torno a la "clase creativa". Pero es como mínimo probable que no logremos encontrar esas soluciones lo suficientemente rápido, que el mundo caiga en la apatía, en el recelo hacia la ciencia y el progreso, y tras un declive de melancolía, en una nueva edad media.
Las civilizaciones fracasan. Nunca hemos visto una que no lo haya hecho. La diferencia es que la antorcha del progreso siempre se había pasado de una región a otra del mundo. Pero ahora, por primera vez, tenemos una única civilización global. Si fracasa, fracasamos todos juntos.»
Tim O'Reilly en Edge.org
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