El líder nacionalista Alex Salmond desvela la fecha de la consulta 14 meses después de poner en marcha el referéndum de independencia, aceptado por Londres en octubre pasado
Catorce meses después del anuncio solemne en Edimburgo de un referéndum de independencia para Escocia, la consulta impulsada por el gobierno nacionalista tenía desde octubre la carta de naturaleza legal (transferida temporalmente por el parlamento británico). Se conocía ya la redacción de la pregunta (debidamente enmendada por la Comisión Electoral británica), así como los argumentos en favor y en contra de ambos bloques políticos. Solo faltaba una fecha concreta. Y la espera generaba desde hace tiempo irritación entre los partidos británicos. Hasta hoy.
El presidente escocés, Alex Salmond, ha anunciado este jueves desde el parlamento de Holyrod que el referéndum se celebrará finalmente el jueves 18 de septiembre de 2014, y ha defendido: «¿Por qué tendríamos que estar representados en la UE por los escépticos de Europa en lugar de ser influyentes dentro?». «Un voto afirmativo implica que sabremos con un 100% de certeza que los escoceses tienen el gobierno al que han votado», ha afirmado, en relación a las leyes aprobadas por el parlamento de Westminster, donde tienen mayoría los dos partidos menos votados en Escocia, conservadores y liberales.
Horas antes del anuncio, la «número dos» del gobierno regional, Nicola Sturgeon, había defendido que «todo el mundo en Escocia, sea cual sea el lado en el debate que ocupan, reconocerá que esto es un hito en el camino hacia el referéndum». El gobierno escocés, que ya está tramitando la legislación que permitirá votar a los escoceses de 16 y 17 años en la consulta (la edad de voto es de 18 años), ha presentado también la ley que regula las condiciones de desarrollo del referéndum, en cumplimiento de la transferencia temporal de competencias recibida del parlamento Westminster.
Salmond y Cameron sellan el acuerdo político que avala la consulta, en Edimburgo en octubre pasado |
Un calendario lleno de emociones
La tardanza en anunciar una fecha concreta ha desatado estos meses un cúmulo de apuestas y teorías -no podrá ser en sábado para no enajenar a ciertas minorías religiosas, decían algunas cábalas-. Las quinielas, como la de la edición escocesa de «The Sun», situaban la consulta un mes más tarde, hacia el 18 de octubre, por lo que los exégetas de las decisiones políticas corrían este jueves a cruzar efemérides y hemerotecas. La fecha no parece coincidir con ninguna oscura gesta pretérita. Pero el calendario promete emociones fuertes para cuando los residentes en Escocia mayores de 16 años (un censo que excluye a escoceses ilustres no residentes como el actor independentista Sean Connery) se acerquen a las urnas.
A finales de mayo, las elecciones europeas de 2014 habrán agudizado el debate euroescéptico al sur de la frontera anglo-escocesa. El 24 de junio del año que viene, las banderas azules con la cruz de San Andrés ondearán alto por el 700 aniversario de la Batalla de Bannockburn, en la que el héroe escocés Robert Bruce derrotó al rey inglés Ricardo II. El previsible fervor patriótico dará paso a las competiciones deportivas de los Juegos de la Commonwealth del verano, en los que Escocia actuará como anfitriona y nación independiente. Y ocho días después del referéndum, la localidad escocesa de Gleneagles albergará el torneo Ryder Cup de golf. No comparte el optimismo de Salmond la líder de la oposición, la laborista Johann Lamont, que lleva sobre sus espaldas –en calidad de fuerza unionista más votada en una región en la que la presencia de los «tories» es testimonial– el peso de la campaña por la permanencia en el Reino Unido. «Escocia ha esperado demasiado tiempo, tanto como para conocer la fecha como para abordar un debate serio sobre el referéndum, y mientras el primer ministro Salmond jugaba con la fecha, dejaba de cumplir con su trabajo, que es gestionar el país y centrarse en la presión que sufren nuestros servicios públicos y nuestras familias». Lamont ha acusado al líder nacionalista de «pomposidad» en su anuncio de la fecha.
Tras el lanzamiento de su propuesta de referéndum en enero del año pasado, Salmond ha visto cómo se iban materializando las dudas que plantea un proceso trufado, a los ojos de muchos, de fuertes obstáculos políticos y económicos. El más obvio, la carencia de competencias para convocar una consulta, un impedimento constitucional solventado el pasado octubre cuando el primer ministro británico, David Cameron, y el propio Salmond firmaron el llamado Acuerdo de Edimburgo, por el que el parlamento británico y el gobierno central transfieren de forma temporal al parlamento escocés las competencias necesarias. El nacionalismo escocés, que alcanzó en 2011 una histórica mayoría absoluta que permitió la reelección de Salmond con el referéndum debajo del brazo, quería plantear la siguiente pregunta a los escoceses: «¿Está de acuerdo en que Escocia debería ser independiente?».
Pero la Comisión Electoral, el órgano nacional que velará –por insistencia del gobierno central– por las garantías del proceso de consulta, decidió el pasado 30 de enero exigir una formulación más «neutral». El Ejecutivo escocés ha aceptado que la redacción final sea: «¿Debería Escocia ser un país independiente?»
Hostilidades abiertas
El mes pasado los partidos abrían las hostilidades en torno a la pregunta con el lanzamiento de la campaña «Mejor juntos», que reunirá a laboristas, conservadores y liberales bajo la batuta de Alastair Darling, ex ministro de Finanzas con el laborista Gordon Brown. El gobierno de Londres lanzaba su primera andanada con un informe jurídico que concluye que una hipotética Escocia independiente debería renegociar hasta 14.000 tratados internacionales, incluidos los de adhesión a organismos como la UE o la OTAN. En un escenario de secesión, el escocés Darling advertía –a la inglesa– que «no actuaríamos desde el rencor, pero las dos partes defenderán el mejor resultado para sus ciudadanos».
Salmond contratacó con un «contra-informe» económico en el que un grupo de economistas, incluido el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, avalaba la viabilidad financiera de una Escocia independiente, pero siempre que mantenga una unión monetaria con Gran Bretaña, la libra esterlina como moneda y al Banco de Inglaterra como prestamista de última instancia. Con las competencias legales, la redacción de la pregunta, los argumentos a favor y en contra y, desde hoy, la fecha de la convocatoria, solo queda jugar el partido definitivo: el de la voluntad de los escoceses. Y, por ahora, no parecen vibrar con la idea de separarse. Los últimos sondeos apuntan a un 23% de apoyo a la independencia, la cifra más baja desde el restablecimiento de la autonomía en 1999.
Fuente: Diario ABC