lunes, 15 de abril de 2013

¡ Carnaval !

Mijaíl Bajtín, crítico literario y filósofo soviético elaboró una teoría sobre el carnaval basado en el estudio de la cultura popular de la Edad Media. Veamos que propone pero antes, pensemos la frase de Claude de Rubys: 


“A veces es conveniente permitirle al pueblo que se haga el tonto y se divierta (…) no fuera el caso que dominándolo con excesivo rigor, le hiciéramos desesperar… Abolidos estos juegos alegres, la gente acude a las tabernas, bebe y empieza a parlotear, los pies bailando debajo de la mesa, a hablar del rey, de los príncipe … del Estado y de la justicia y redacta panfletos escandalosos y difamatorios”


Sin duda el carnaval ha sido una válvula de escape para los miembros de las sociedades jerárquicas, estructuradas y con un “sentido preindustrial del tiempo”. El carnaval según Bajtin, es siempre una fuente primaria de liberación, destrucción y renovación que se convierte en una segunda vida, una segunda realidad para el pueblo. No refuerza las instituciones y los ritmos serios de la sociedad como en las otras teorías funcionales, sino que ayuda a cambiarlos.


¿Cuál es el carácter del mal gobierno en la Francia de la Baja Edad Media? 

El empleo de la ingeniería de los reinos y abadías de aquellos tiempos no sólo proporcionaba una inversión carnavalesca de la categoría en relación a un rey lejano o un monasterio cercano, a quienes tal vez los campesinos debían servicios y tributos, sino que también brindaban un gobierno que los jóvenes ejercían sobre otras personas y quizás también una hermandad que existía entre ellos y ofrecía posibilidades de burla y escarnio. Un vez que surgió la Reforma protestante, la nueva Iglesia fue el blanco legítimo de las burlas. Muchos pastores se esforzaron por eliminar las abadías y las costumbres de la Suiza reformada.

Para Umberto Eco, el carnaval se define como una transgresión autorizada establecida como una ley de la cual todos los participantes son conscientes. Afirma que “sin una ley instituida y tenida como válida, no hay carnaval posible”. ¿Por qué? Porque las sociedades actúan según órdenes y mandatos, y con ello van configurando su cultura. A su vez, la definición de lo cómico es lo que nos lleva a la idea de Carnaval donde hasta los reyes se comportan como el pueblo y donde la conducta se convierte en nuestra propia regla.

¿El carnaval es la revolución o la revolución es el carnaval?

Hoy en día, los medios masivos de comunicación, que sin duda son instrumentos de control social se basan principalmente en lo chistoso, en lo ridículo, en la carnavalización continua de la vida. Para apoyar el universo de los negocios, no hay mejor negocio que el espectáculo. Para disfrutar del carnaval, se requiere que se parodien las reglas y los rituales y que estas reglas y rituales sean reconocidos y respetados. Se debe saber hasta que grado están prohibidos ciertos comportamientos y se debe sentir el dominio de la norma prohibitiva para apreciar su transgresión.


Volviendo a Eco, el carnaval puede existir sólo como una transgresión autorizada. Junto con la comedia representan claros ejemplos del reforzamiento de la ley. Nos recuerdan la existencia de la regla. A su vez, el humor es metasemiótico, pues a través del lenguaje verbal se ponen en duda otros códigos culturales. El humor no pretende como el carnaval llevarnos mas allá de nuestros propios límites, sino que nos da la sensación de la estructura de nuestros límites. No nos promete liberación sino que nos advierte de la imposibilidad de una liberación global, recordándonos la presencia de una ley que ya no hay razón para obedecer. En definitiva, el humor es un carnaval frío.


Las manifestaciones de la cultura popular

Existen manifestaciones de la cultura popular que para Bajtín son de suma importancia y que reflejan el estado de la cuestión. En primer lugar las formas y rituales del espectáculo por medio de festejos y carnavales. En segundo lugar, las obras cómicas y verbales expresadas en las parodias y en tercer lugar las diversas formas y tipos de vocabulario familiar y grosero plasmados en los insultos y los lemas populares.

Tanto ritos como espectáculos organizados de manera cómica, ofrecían una visión del mundo, del hombre y de las relaciones humanas totalmente diferente, deliberadamente no – oficial y exterior a la Iglesia y al Estado. Parecían construir un mundo paralelo y una segunda vida de los hombres medievales. Una dualidad del mundo. El folklore de los pueblos primitivos se relaciona con los cultos serios y  la existencia de cultos cómicos convertían a las divinidades en objetos de burla y blasfemia.

El principio cómico que preside los ritos carnavalescos los exime completamente de todo dogmatismo religioso o eclesiástico, del misticismo, de la piedad y están desprovistos de carácter mágico. Son una verdadera parodia del culto religioso. El carnaval no es tampoco la forma puramente artística del espectáculo teatral, y en general no pertenece al dominio del arte. En realidad es la vida misma presentada con los elementos característicos del juego. Los espectáculos no asisten al carnaval, sino que lo viven ya que el carnaval esta hecho para todo el pueblo. 


Es imposible escapar porque el carnaval no tiene espacio temporal.




Fuente: Bajtín, M. La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de François Rabelais, Madrid, 1987.

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